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Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas

Conmemoración de los veteranos de Malvinas

El 2 de abril de 1982, el desembarco nacional en el Archipiélago de las Islas Malvinas y
el izamiento de la bandera argentina inicia un hito en nuestra historia.
Es un homenaje a los Veteranos de la Guerra de Malvinas pretendiendo dar la pública y
merecida recepción que nunca tuvieron, ya que les fue negada en la soberbia que no supo
discernir nunca cuan cerca están entre sí la derrota y el triunfo.
La guerra no termina con la última bala o la última bomba que estalla, la guerra aun
continúa con la reconstrucción material y emocional de los que participaron en ella, en las
preguntas que nunca tendrán respuestas.
“El sábado recordamos una vez más a los caídos en la Guerra de Malvinas y a los
veteranos que aún son parte de nosotros.
Trataré simplemente de evocar y compartir con ustedes la memoria de mi adolescencia
y algunas reflexiones en torno a aquel acontecimiento. Si mi repaso no está errado, la
fecha del 2 de abril es la única efemérides de la cual puedo, y muchos también podrán,
decir que fueron testigos de su nacimiento.
Malvinas ha quedado grabada en mí como el día que estando con mi familia pude ver
por televisión a aquel general de voz altisonante aparecer en una plaza de Mayo colmada y
festiva. No entendía bien yo por qué, pero la gente festejaba algo, y era el comienzo de la
guerra. Con la sucesión de los días la rutina habitual fue cambiando en algunas cosas. En
mi colegio aprendimos y cantamos infatigablemente la marcha de las islas y
verdaderamente la entonábamos con pasión. También, casi como un juego, empezamos a
practicar algo que hoy parece casi ridículo: los simulacros de bombardeo, al sonar el
timbre debíamos, rápida y organizadamente, bajar hacia el subsuelo junto a nuestras
maestras y permanecer ahí, donde supuestamente estaríamos protegidos ante la amenaza
de las bombas inglesas.
Algo parecido ocurría en mi casa, donde según un vecino que había sido designado
“Jefe de Manzana”, el garaje iba a servir de improvisado bunker en el cual varias
familias, incluyendo la mía, debíamos ingresar ante la alarma de ataque aéreo.
También indicaron en aquellos días que los vehículos debían pegar en sus faros cintas
anchas y blancas para que el reflejo de las luces no significara una guía a los aviones del
enemigo. Todo esto no tenía para mí, más sentido que el de un gran entretenimiento sin
saber, por supuesto lo que ocurría a miles de kilómetros de mi casa.
Hasta hace poco tiempo podía encontrar en la casa de mis padres las revistas Gente
que yo curiosa miraba y leía en aquellos momentos. Siempre recuerdo el titular en letras
gigantes “Seguimos ganando” y las fotos de la guerra que aparentemente confirmaban el
lema Victorioso.
En la tele aparecían programas, vistos desde hoy, increíbles. Un remate de objetos
varios conducidos por actores y periodistas famosos para recaudar fondos que
teóricamente llegarían a los soldados. La gente colaboraba y mucho, con dinero pero
también con comida, con cigarrillos, con ropa, luego, muy tarde, descubriríamos que muy
poco de todo aquello fue usado por nuestros casi indefensos soldados.
La música en ingles desapareció de las radios y casi como otra anécdota una conocida
casa de construcción cambio su nombre, pasó a llamarse “El Indiecito” en lugar del
nombre original que era “El Inglesito”.
Todo este recorrido por mi memoria, que supongo que, los que tienen más de treinta
también podrán recordar, no me permite dejar de lado que aquella guerra tuvo como
principales víctimas a nuestros combatientes, la mayoría jóvenes que recién habían
terminado el secundario, víctimas de la dictadura más sangrienta de nuestra historia, que
en una especia de huida hacia delante inició una guerra cuyo objetivo principal no era
recuperar las islas que podemos reclamar como nuestras, sino que buscaban perpetuarse
en el poder que, violenta e ilegalmente habían tomado seis años antes, en Marzo de 1976.
El desenlace es conocido. Caímos en Malvinas. Los muchachos que pelearon dejaron la
sangre allá y los que volvieron fueron condenados durante muchos años al olvido y el
desinterés. Y en no pocos de ellos la angustia y la depresión los llevaron a ser también
víctimas de la guerra tomando la dolorosa decisión de quitarse la vida.
Vaya entonces en estas palabras nuestro permanente reconocimiento y gratitud por
todos aquellos que aun con hambre, frío y miedo, dejaron el pellejo en el suelo malvinense
para que alguna vez vuelva a flamear la celeste y blanca.

Palabras a cargo de la Prof. Silvia Corvalan